lunes, 14 de julio de 2008

“¿Vivir es fácil…!”

“¿Vivir es fácil…!” Julián 7.

“Me llamo Joseph de Palma y voy a cambiar de vida.
La vida, casi siempre, es como uno se la cuenta y yo me la estoy contando mal.

Esto de cambiar de vida hay que pensarlo con cautela, con tiempo, aunque yo lo hice de un día para otro porque estaba muy quemado. Lo decidí mientras nos visitaba la madre de mi señora. Me lo dije para dentro y sonreí, lo recuerdo perfectamente porque mi esposa me preguntó que de que me reía, me hice el loco y le dije que estaba encantado de que nos visitara su madre. En sus ojos vi la sospecha, la conozco y sé que no se fía de mí.
La primera decisión que tomé en esta nueva vida fue dejar a mi señora. No es que no la quiera, pero bueno, o tomo grandes medidas o esto ni es cambio de vida ni es nada.

Al principio me daba un poco de pena abandonarla, por si se aburría, pero hace una par de días me di cuenta de que nuestro hijo está empezando a balbucear, así que ya tiene con qué entretenerse.

Se me ocurrió una idea brillante para que mi señora no sufriera mucho por mi abandono: le escribí una carta explicándoselo todo, eso si, lo hice en francés para tener algo de tiempo en la huida mientras ella aprendía el idioma.

Bueno, pues ya está, dejé a mi señora con mi hijo balbuceante y allá me fui al universo de posibilidades que es de la vida.

Puede que elegir el camino a veces sea difícil pero para mí ha resultado muy sencillo, tan sólo estuve un rato mirando al sol y vi la luz: Superhéroe… ¡Qué bien cuando uno elige su transitar, se respira mucho mejor…!
Eso es lo que voy a ser en mi nueva vida, superhéroe. Pero no de esos de mucho músculo y tal, no, yo soy de tripa y calvorota, además, los tíos cachas me caen muy mal, o son maderos o porteros chungos de discoteca. No, yo voy a ser otro tipo de superhéroe, más normal, más de a pie de calle. Tal vez no logre salvar al mundo de las maldades de los “neocons”, pero intentaré hacer feliz a más de un “desgraciao”.

¡Ay que ver que bien me siento de superhéroe y eso que acabo de empezar…!”

Y así fue como Joseph de Palma entró en una de las bodegas de su barrio a las diez de la mañana con una sonrisa de oreja a oreja.


-Buenos días Antoño, buenos días compañeros y vecinos de barrio…
-buah- responden sin mucha gana.
-…pon de beber a todos estos que hoy invito yo…

Y así fue como los ocho o diez parados que había en la bodega leyendo apáticos el Marca, se giraron y sonrieron a nuestro superhéroe.

-…y de comer, que es la hora del pincho y ya rasca la barriga- añadió el gran Joseph de Palma.

En un despiste del Antoño, nuestro héroe utilizó uno de sus superpoderes, tiró un par de cañas al suelo y aprovechando que el camarero se puso a fregar escapó sigiloso hacia nuevas hazañas que dieran felicidad a las gentes de a pie.
En dos días había fotos de nuestro hombre en todos los bares del barrio, se le buscaba y no precisamente para darle una fiesta. Mientras, él paseaba orgulloso con unas zapatillas nuevas que según aseguraba le daban más velocidad.

Otra idea brillante que tuvo, digna del superhéroe que era, consistía en repartir con los demás: “¿Habrá algo más de superhéroes?”.

Y cuando digo repartir con los demás, no me refiero a los más necesitados, si no simplemente a los demás, a cualquiera de los demás.

“El plan es sencillo; pasearé por las calles del centro silbando para pasar desapercibido, y en cuanto vea a un tullido pidiendo limosna se lo quito todo y echo a correr. Eso si, cuesta abajo. ¡Ay! lo que daría yo por tener una buen capa. Y luego, a hacer el bien repartiendo todas las ganancias del pedigüeño entre cualquiera que se me cruce, sin miramiento (los superhéroes somos de hacer el bien, no miramos a la gente con lupa), lo mismo le reparto a un calvo que a uno con bigote.

¡Que a gusto se está haciendo el bien…!”

Desde que nuestro hombre se hizo superhéroe, un par de días, cambió radicalmente su alimentación. Sustituyó la dieta mediterránea por pilas a medio gastar y lubricantes usados pues, según él, con este nuevo sustento no habría nadie que le parara esos pies que Dios le había dado.

Al día siguiente le ingresaron en el hospital para amputarle los pies engangrenados por una intoxicación severa producida por el mercurio de las pilas que había ingerido… Mas no terminaron ahí sus problemas. Varios tullidos del centro hospitalario le reconocieron y le estuvieron apaleando hasta el agotamiento. Tras la refriega de palos, la policía tuvo que escoltarle para abandonar el sanatorio. Cuando más tarde llegó a su barrio, fue recibido a botellazos por el gremio de hosteleros y pasadas varias horas dando tumbos de dolor, consiguió llegar al portal de su casa. Aún le quedaba la esperanza de que su mujer no hubiera descifrado la carta.

Piiiiii (el telefonillo)


- Oui?- sonó al otro lado del aparato.
- Hola Alicia, ábreme que subo- respondió nuestro superhéroe venido a menos.
- Oui? Oh la la- volvía a sonar en perfecto francés.
- Pero qué “oh la la” mi vida, que soy yo, Joseph de Palma, abre la puerta que subo, que estoy muy cansado..
- Oui? Oh la la, voilà- respondió ella, que por lo visto si había aprendido francés.
- Por lo que más quieras corazoncin, que estoy molido- y no mentía el pobre.
- ¿Molido? ¿Molido?- se arrancó su señora abandonando el francés con una voz aguda, chirriante, y veloz, como salida del infierno de los teleñecos- ¿Molido? Sube “p´arriba” que te vas a enterar tú de lo que es estar molido, que me tienes loca, si ya me lo decía tu madre, ten cuidado con mi hijo que es muy especial, que te llevas una joya. ¡Una polla pa´ti y pa´ tu madre!, anormal, y deja de decir que te llamas Joseph de Palma, tontainas, que te llamas José, Pepito. Anda sube que estoy haciendo una tortilla y como se me quemen las patatas te vas a enterar… ¡ay Dios mío de mi vida!, en qué momento y bla, bla, bla….

Y allá que subió con sus nuevos pies de plástico a su antigua vida que, a veces, según como te la cuentes, puede ser maravillosa.

Salud.

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