jueves, 26 de junio de 2008

Madrid y El Sueño


Dedicado a mi familia literaria.

He llegado a casa, he puesto dos lavadoras, he estirado sobre la cama las camisetas y en las perchas los vestidos arrugados, pero limpios, que quedaban en la maleta y he aireado los zapatos en el balcón.

Solsticio de verano. Calle Alburquerque, 14. Una caminata rápida desde el hotel y un burbujeo también rápido en el estómago que me inquieta ante la cercanía. David señala un grupo pequeño, la mitad al sol, la otra mitad a la sombra en el umbral de la sala Clamores. Mi cara interrogante les da la pista y Marta me señala directamente: «Es Gloria». Nos abrazamos. Allí está Ysabel, como si la conociera de toda la vida, con sus ojos verdes y dorados; está Luis, sus gafas, su camisa roja y su auténtica pinta de escritor; Alicia, super Alicia, serena, tenía tantas ganas de conocerla…

Compramos nuestro libro en la entrada. Sentí su peso bajando las escaleras. Seiscientas cuarenta y nueve páginas y cuatrocientos y pico aprendices de contadores de verdad pululando entre ellas. Susana, nuestra Perla Negra, llegó un poquito más tarde. Tiene una suerte de aura mágica. Nos encontró firmando, porque Ysabel había traído cuatro rotuladores con purpurina de distintos colores y su libro de El sueño del gato lleno de pegatinas, verdes o amarillas, marcando la página de cada uno de nosotros para dedicárselo, a ella y a Andrea. Algunos nos hicimos un lío con el libro de Luis: yo de palabra, que estuve a punto de dedicarle su propio relato y Julián de hecho, que lo hizo, vamos.

Por el pequeño escenario con piano de cola vimos desfilar a los profesores, a algunos alumnos que se atrevieron a leer, a la artífice del prólogo de nuestro Sueño, al director de la Escuela y al maestro de maestros Enrique Páez. Entre dedicatorias y risas pasamos el rato.

Alrededor de las diez apareció Julián-rock, espigado, su pelo largo recogido en una coleta, respira sensibilidad en estado puro. Ana, su mujer, nos acercó al coche para ver al precioso bebé de ocho días que dormía plácidamente. Ysabel nos dejó y nos fuimos caminando a una plaza cercana. Aún no corría una pizca de viento y todavía había luz en el cielo. Las terrazas de la plaza Olavide estaban llenas de gente esperando el frescor de la noche por venir en el día más largo del año, pero conseguimos pronto una mesa. Y allí estuvimos charlando de todo un poco, hablamos de la confusión Luis-Javier, echamos de menos a Berna y a Andrea y a Javier y picoteamos croquetas, patatas y calamares. Hasta casi las una.

Ahora mis familiares literarios son nombres con cuerpo y cara. Lo más sorprendente ha sido reconocer en cada mirada, en cada gesto, un email, unas frases en el chat, un relato ingenioso. Es fácil imaginar a una persona a quien no has visto nunca y luego darte el batacazo en el encuentro. Pero aquí, en Clamores, en Madrid, todos han resultado ser lo que se desprendía de ellos a través del monitor brillante de mi Toshiba, y los lazos fundados en estos casi seis meses, han cobrado “realidad” y se han hecho más anchos y más prietos.

Un abrazo y un beso de los grandes a todos. Ha sido un verdadero placer conoceros.

Gloria


4 comentarios:

Luis del Gozo dijo...

¡Gracias Gloria! Preciosa crónica. Un placer haberte conocido en persona y, lo dicho, la próxima en Granada.

Alicia dijo...

Ayyysss, cuánto más miro la portada con la gata tricolor, más me gusta... Gracias Gloria por tu genial crónica y por tu encanto.

besazos

Anónimo dijo...

los pelos como escarpias coleguita...
disfrutaos

Revangel dijo...

Gracias a vosotros, Luis del Gozo, SuperAlice, Julián-rock, Marta-valerosa, Susana-Black Pearl, Ysabel del Gozo también... vosotros, la gata tricolor de nuestro Sueño y Madrid en llamas habéis sido mi inspiración.ç
Besos.