sábado, 28 de junio de 2008

"El señor de las cosas"

“El señor de las cosas” Julián 6

- Buenas tardes señor Clemente.
- Vaya, otra vez tu por aquí, ¿es que no te cansas nunca?

Tomás acaba de entra en la tienda del señor Clemente. Es una tienda grande, llena de productos, por miles se podrían contar. Si dijéramos que es una de las tiendas más grande del pueblo mentiríamos, no solo es la más grande del pueblo si no la única, la única tienda a cien kilómetros a la redonda. Nadie puede comprar nada que no sea en la tienda del señor Clemente, lo cual le convierte en uno de los hombre más ricos de la región, tan solo superado por algunos políticos. Pero todos los millones del mundo no consiguen que deje de atender su negocio en persona. El tipo vende de todo; las semillas de los agricultores, sus trajes, sus herramientas, les vende los alimentos que ellos mismos cosechan y los materiales para fabricarse las casas donde viven. Por supuesto, los terrenos donde construyen las casas también se los vende el señor Clemente. Vende dinero a plazos para que los campesinos se lo puedan gastar en su gran tienda.
Les vende las medicinas para curar los dolores del cuerpo y licores para los males del alma… y tabaco, mucho tabaco. Por supuesto, los dolores de cuerpo y alma surgen de tanto trabajo penoso para poder devolver lo que el señor Clemente les presta. Ni que decir tiene que en la tienda del señor Clemente se venden armas para matarse y cajas de pino para meter a los seres queridos y a los odiados. También vende trampas para ratones, y como esta es una zona donde los ratones no crían de manera natural, él tiene en la parte de atrás de la tienda un criadero a pleno rendimiento, cada semana deja en libertad a las crías de la camada anterior.
Perfumes, joyas, flores, artefactos del “futuro” y cañas de pescar, en una región donde el trozo de charca mas cercano esta mas allá de los limites que jamás un hombre podría alcanzar con sus propios medios, y no había otros, o al menos el señor Clemente no los vendía, y era bien sabido que si el señor Clemente no lo vendía es porque no existía, simplemente. ¿Y libros? Solo uno, “La Biblia”, y una especie de catecismo escrito por él mismo en el que se regocija explicando lo altamente pecaminoso del uso del preservativo… eso si, al fondo de la tienda tiene una maravillosa sección dedicada a los bebes: lociones, pañales, chupetes, todo un mundo de artilugios.
Aunque el verdadero negocio, con lo que nuestro tendero se hace rico hasta el insulto es con la compra-venta de amor.


- …ya le he dicho varias veces que no está en venta.
- No se da cuenta, yo no soy como el resto, no quiero comprar una de sus mujeres para satisfacer mis impulsos sexuales y acabar revendiéndola dentro de un par de años. Yo me he enamorado.

El señor Clemente anda colocando un par de riñones con piedra que le acaban de llegar en la zona de compra-venta de órganos con pequeñas taras, bajo un cartel que dice: “Por lo que vale un riñón si son con piedra llévese dos”.

- Vamos a ver, me importa un rábano que te hayas enamorado.

- Señor Clemente escúcheme atentamente –cosa que el hombre no parecía hacer-. Vengo a pedirle la mano de hija Gloria, ¿no ve usted como trata a los pajarillos?
- Que no me vuelvas a hablar de mi niña ni de los pajaritos, que para pájaros los de tu cabeza. Que ya te he dicho más de cien veces que no está en venta y ni mucho menos pienso regalártela, o sigues como hasta ahora o ya puedes ir despidiendo de ella.
- Pero señor Clemente, yo no puedo permitirme seguir pagando un alquiler tan alto por su hija, además estoy enamorado de ella y creo que ella también lo está de mi.
- Mira y escúchame tu a mi con atención. Me importa un pimiento que te hayas enamorado de mi niña, y lo que creas acerca de sus sentimientos es algo que me importa menos aún. Si te parece caro lo que te cobro por una semana de alquiler con mi tesoro eso es porque no la querrás tanto…
- No, no es eso, es que no me llega con lo que trabajo, gano quinientos euros a la semana
- …pues trabaja más…y una cosa te digo, si no te la llevas tu se la llevará otro, tengo la lista llena esperando que dejes de alquilarla, y que recuerde, desde que cumplió los quince no ha habido semana sin que pasaras a por ella…
- No puedo permitir que se vaya con otro.
- A ver si eso que llamas amor no es más que un sucio sentimiento de posesión…no te equivoques, mi niña es de mi propiedad. Si tanto la quieres tal vez deberías dejarla marchar de tu lado y que pruebe cosas nuevas.

Ahora el rico tendero anda en la zona de bichos, el tipo también vende los gurriatos que se encuentra por la calle o tal vez los roba de los nidos, aunque solo los locos compran polluelos de gorrión, solo los locos o los románticos. Pero en este pueblo no hay románticos, a no ser este tonto enamorado de su hija.

- Se que es amor porque cuando lloro me da la teta y se me pasan las ganas de llorar, me quedo escuchando su corazón, rozando su tripa con la mía y ahí paso las horas. Se que es amor porque el primer día que la tuve en alquiler le peque fuego a la tele. Se que es amor porque me siento solo sin la tele y sin ella…
- Muy bien hijo, déjame de sermones, voy a cerrar la tienda y si antes de que baje la reja no veo los quinientos euros de esta semana, mañana se irá con el gordo Gutiérrez.

El tendero echó los cuatro cerrojos y por unos metros los dos hombre caminan juntos.
- Es usted un tipo muy desagradable señor Clemente, ojala no tuviera que volver a verle nunca.
- Por cierto, me pregunto de que comes si todas las semanas me pagas los quinientos euros por alquilar a mi hija, que yo sepa aun le sale leche de las tetas. Los románticos sois unos petardos… espero verte la semana que viene.

Salud.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jo, Julián-rock, cómo escribes, qué bonito. Lo que yo diga, tío, rebosas sensibilidad... Y gracias por el guiño. Las piedras y los gorriones te saludan.

Un besote.