jueves, 15 de enero de 2009


Cuentan que contaban que, en los orígenes, los dioses encargaron a un tal Prometeo y a su hermano la distribución de virtudes y facultades entre todos los seres de la creación. Ocurrió que cuando acabaron la repartición se dieron cuenta de que no quedaba nada para el ser humano, pequeño, desnudo y débil frente a la naturaleza; y fue entonces cuando Prometeo, jugándose los higadillos, se decidió a robarle el fuego a los propios dioses y, escondido en una planta, se lo entregó al hombre.
Quizás por eso quiero escribir, porque quiero descubrir el fuego que nos hace diferentes; que nos hace, que me hace humano. Porque a mi pesar, descreído, escéptico y pesimista, probablemente todavía busco razones para la esperanza entre mis semejantes, la belleza de la creación que ilumina las miradas de la gente; esas llamas que encendieron otros y que tantas veces han acompañado a este espíritu oscuro llevándome en su día por selvas y planetas desconocidos, por campos luminosos o por callejones tenebrosos. Por fantasías que eran para mí más veraces que la realidad, desde aquellas meriendas con pasteles de jengibre que devoraban “Los cinco” (y eso que entonces ni siquiera sabía lo que era el jengibre) hasta los monstruos de Lovecraft que muchas veces me acompañaron sentados al pie de mi cama, mientras los recreaba a escondidas leyéndolos con una linterna bajo las sábanas. La magia entre las hojas de un libro.
Y el desafío por descifrar si también puedo ser mago; si seré capaz de abrir una ventana desde dentro y dejar salir por ella lo que pudiera haber en mi interior, si hay algo en mi interior; si podré cazar historias y compartirlas para aferrarme a lo que soy siendo otros, echar un ancla en la tormenta de los tiempos difíciles para no desaparecer devorado por la rutina voraz y el griterío de la multitud.
Ya sé que la luz y el calor de esa hoguera no nos pueden salvar a todos; que no redime a la humanidad de sus odios e injusticias, y que incluso muchos han sido devorados por sus insaciables llamas creadoras. Pero necesito creer que al menos es un punto de apoyo para el futuro, y más ahora que seguramente se aproximan tiempos de oscuridad, si no para incendiar el mundo al menos para sentarse alrededor y protegerse del frío que nos rodea.
Hay muchas cosas buenas de este año de escritura que se termina, pero la mejor de todas es haber descubierto el fuego de los dioses en vuestros escritos y en vuestras miradas. No dejéis que se apague y, sobre todo, gracias por la esperanza.

3 comentarios:

Javier Ruiz. (Sevennorth). dijo...

Qué bonito, Luis.
:-)

Anónimo dijo...

que nos envuelva a todos ese fuego.

'Uzman dijo...

He abierto un blog dedicado a Milarepa.

http://miamadomila.blogspot.com/

Un abrazo.